miércoles, 2 de septiembre de 2015

Como una canción de esas tristes

He perdido la paciencia en eso de la vida... ya no soy capaz de esperar los cuarenta segundos que tarda en calentarse la leche en el microondas, de cortar cebolla sin llevarme medio dedo por delante, de pintarme la raya del ojo sin parecer Amy Winehouse, de dibujar lo que me sale de dentro y no hacer una copia del dibujo que alguien ha subido el proceso a youtube, de no morderme las uñas, de querer bien a las personas, de esperar que salga el agua caliente en la ducha, del olor de la gente en el metro, he empezado a usar a las personas como objetos de usar y tirar para suplir carencias...
También me he dado cuenta que a medida que todo lo de mi alrededor me empieza a abrumar más y más, empiezo a enloquecer y perder la cabeza. Esta mañana, por ejemplo, he metido el nesquick en la nevera y la leche la he puesto donde los cereales.
Pero el peor caso de esta pérdida progresiva de paciencia está en que cada día duermo menos, y el color de mi vida se está volviendo oscuridad.
No quiero dejar de ser colores para que la oscuridad me coma.
Y joder, ni siquiera me gusta la leche caliente.

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